
Una de las mayores innovaciones, desarrollada en el marco del proyecto Bankia escolta Valencia, es el programa de apoyo y estímulo a las orquestas valencianas. Un programa que integra a su vez tres acciones combinadas: un Concurso, un Festival y un Ciclo de conciertos.
Y en apenas tres años, dando resultados. Como decía un responsable de una sociedad musical histórica: “gracias a este programa, algo se está moviendo en las orquestas valencianas, se nota ya que las cosas están cambiando y agitándose por la base”.
El proyecto tiene objetivos muy claros, estimular la creación de nuevas orquestas, mejorar la calidad de las mismas ya consolidadas y propiciar la práctica de los instrumentos de cuerda en todo el territorio a nivel amateur y profesional.
Y partió de una reflexión y análisis histórico riguroso. La aparición de las orquestas en las sociedades valencianas es un fenómeno de reciente creación, concretamente en la década de los años 80. Y en apenas 35 años el crecimiento y consolidación ha sido notable. Y a ello han contribuido las sociedades musicales pero también la administración valenciana, las políticas culturales acertadas y la red pública de conservatorios con sus profesionales a la cabeza. Una alianza que ha dado magníficos resultados.
En la actualidad, las plantillas de los conservatorios valencianos y la mayoría de escuelas de música incluyen todas las especialidades de cuerda. Y los profesores de Orquesta, una asignatura presente en el conjunto de las enseñanzas profesionales y superiores, han conseguido agrupaciones académicas de un nivel artístico considerable. Con esta estructura, los músicos de cuerda han crecido en número y su calidad es elevada. A modo de ejemplo, el Conservatori Professional de Música de Torrent, ubicado en el corazón geográfico del movimiento bandístico, escolariza en la actualidad más alumnado de violín que de clarinete. Exactamente 60 alumnos de violín y 45 de clarinete. Algo inaudito e impensable hace 20 años escasos. En definitiva, los músicos de cuerda son una realidad incontestable aquí.
Y aquellos primeros músicos de cuerda de los años 80, nacidos en las primeras orquestas de las sociedades musicales valencianas alcanzaron la profesionalización y hoy son los profesores/as de nuestros conservatorios: Vicente Balaguer, Javier Sapiña, Miguel Gorrea y muchos más. Nombres muy conocidos.
Pero tenemos un margen de mejora considerable. Las agrupaciones orquestales, pese a todo esto, no acaban de consolidarse ni adquirir la fuerza y presencia deseable que sí tienen las agrupaciones de viento.
Una hipótesis de trabajo que debe ser explorada y que consideramos responsable de esta lentitud en la consolidación de las orquestas, es la ausencia en sus plantillas de músicos aficionados. Las orquestas actuales están formadas casi mayoritariamente por estudiantes. No existe la figura meritoria del músico aficionado de toda la vida como en las bandas. Cuando no están, su ausencia se nota y mucho. Y desgraciadamente, muchos siguen sin enterarse abducidos por el lado oscuro de la fuerza “profesionalizadora”.
Miremos a Venezuela y su admirado Sistema Nacional de Orquestas. Bajo el lema de “Tocar y luchar”, utiliza la música como un arma poderosa de cohesión social, de lucha contra la pobreza y la marginación. Y consiguen que miles de personas se conviertan en músicos. Con esta cantera, salen los Dudamel y muchos profesionales, pero esta no es su finalidad, esta es la consecuencia lógica de una política musical inclusiva y no restringida. Al no tener como misión principal la profesionalización, se consigue un éxito seguro, como nosotros aquí desde hace muchas décadas. Es que los músicos profesionales son como el amor verdadero, solo se tiene cuando se encuentra, no cuando se busca.
Pero, ¿Qué hacer para mejorar la situación? Evidentemente una de las soluciones es fácil: cuestión de tiempo. Son muchos más años estimulando los instrumentos de viento. Como ya hemos dicho, las orquestas son un fenómeno reciente. Pero se pueden y deben articular políticas que aceleren los procesos y actúen de manera proactiva para conseguir los resultados y objetivos deseados más rápidamente.
Estimular la base educativa ayudará mucho evidentemente, es lo obvio: más profesorado, buenos directores de orquesta, orquestas infantiles, recursos varios, etc. Pero incorporar la figura del músico aficionado a las orquestas, estamos convencidos de que tendría un efecto muy positivo y acelerador. Esta es la situación, resumiendo mucho.
Bankia escolta Valencia decidió asumir este reto con determinación e ilusión. La primera acción fue crear un Concurso de Orquestas competitivo, a imagen y semejanza de los concursos de bandas que tan magníficos resultados han dado en el pasado. Solo que estos últimos tienen 132 años de vida. En el terreno orquestal no hay precedentes aquí, conocemos uno muy prestigioso en Viena que goza de gran aceptación y poco más. Una innovación valiente.
Los concursos tienen fortalezas pero también debilidades. Entre las fortalezas, la pasión que provoca y la motivación especial que ocasiona a todas aquellas agrupaciones que concurren. Nadie quiere perder. Y ha sido así en este caso, la calidad de las agrupaciones participantes en estas dos ediciones ha sido realmente espectacular. No han reparado en esfuerzos. Un gusto para los sentidos y un lujo para los espectadores.
Decía un director de una orquesta participante: “gracias al concurso de orquestas Bankia hemos conseguido en un año aquello que nos hubiera costado por lo menos diez”. Misión casi cumplida.
La debilidad es conocida, los concursos generan ganadores y perdedores. Puede ocasionar frustración. Por ello, se decidió mejorar el concurso con una Festival participativo, recuperando el Festival de la Generalitat suspendido hace unos años debido a la crisis económica y que tanto añoraban las sociedades musicales. Y no solo eso, se ha establecido un Ciclo de conciertos anual donde participan todas las orquestas que colaboren en el programa.
Al final, se entendió que garantizando a las orquestas tres conciertos remunerados en un año se estimulaba un régimen de funcionamiento estable y continuado, justo la petición que nos transmitían las sociedades musicales.
Y como no, las ayudas económicas que reciben por todo ello, hasta 12.000 euros al año puede percibir la orquesta ganadora del Concurso y que participe en el Festival y en el Ciclo. Con el aliciente añadido de tocar en las grandes salas valencianas como el Palau de les Arts o el Teatro Romano de Sagunt. Casi nada.
Queda mucho por hacer. Y este programa ha permitido, sobre todo conocer las necesidades de las orquestas, pulsar la magnitud real de las mismas, avanzar poco a poco e investigar mucho. Posiblemente se necesitará seguir evaluando, modificar alguna de las acciones y sobre todo actuar desde la base con paciencia y continuidad.
En definitiva, debemos construir un modelo de agrupación de cuerda que mantenga un régimen de funcionamiento continuado en el seno de las sociedades musicales. Para ello, se necesita también plantillas estables formadas por estudiantes, profesionales y músicos aficionados que fundamenten su presencia allí solo por el gusto y las ganas de hacer música. Y que se queden. Si lo conseguimos, la Comunitat Valenciana será en pocos años un referente mundial también en los instrumentos de cuerda. Talento nos sobra.
Hay buenas noticias, el IVC, a través de la Dirección Adjunta de Música y Cultura Popular, la FSMCV y Bankia están por la labor y no escatiman esfuerzos ni recursos, algo que es de suma importancia cuando se trata de diseñar políticas culturales. Todos a una.
Y sobre todo, gracias a Bankia, la amiga de las Bandas valencianas que, en palabras de sus responsables, ha venido a quedarse para siempre, apoyando a los músicos valencianos.
Historias de éxito, las necesitamos.
Deja una respuesta